
Llegó como el olor a tierra mojada by Garbi KW
Llegó como el olor a tierra mojada: sin aviso, pero reconocido por todo el cuerpo. No tenía llaves, ni cerraduras. Solo un umbral que respiraba. No era propiedad ni promesa, sino un respiro compartido entre criaturas dispersas. Una grieta luminosa en medio del caos donde podíamos descansar sin justificarnos. Sus paredes no eran firmes. Eran de memoria blanda y preguntas abiertas. Y sin embargo, cobijaban mejor que cualquier techo heredado. Cada rincón guardaba un temblor: una risa antigua, una rabia dibujada en tiza, una promesa rota que aún quería ser canción. Dentro, el silencio no dolía. El espejo no mordía. La noche no apretaba. No era un refugio. Era un pacto. Entre nuestras mutaciones y el deseo de pertenecer sin pedir permiso. Porque hogar no es un lugar que se habita, es un lugar que te nombra sin miedo. Es la piel que no pide disculpas. La mirada que no se desvía. El fuego encendido que no quema, pero calienta. Es un idioma inventado entre cuerpxs rarxs que supieron encontrarse. Hogar es ese punto invisible donde, al fin, te sientes posible.